Botonera

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11.3.19

IV. "LA CASA DE OZU", Marta Peris Eugenio, Shangrila 2019



INTRODUCCIÓN (I)



Figura 1



El plano de una casa tradicional japonesa es enigmático [fig.1]. No porque sea difícil de entender. Al reconocer la malla de tatamis enseguida lo vinculamos a una cultura, la japonesa, y automáticamente se nos aparecen multitud de imágenes. Pero cuando el ojo recorre uno a uno los trazos del dibujo, esas imágenes se van desvaneciendo tan rápido como llegaron. Se puede visualizar el tamaño del espacio porque las medidas del tatami son más o menos estándar. Y, puesto que corresponde al ámbito que ocupa una persona al yacer en el suelo, incluso se puede percibir la escala humana del espacio. Sin embargo, y esta es la clave del enigma, es muy difícil imaginar cómo se habita.

La configuración de la casa japonesa responde a su adaptación al clima del verano. Debido a las altas temperaturas y la humedad, la casa se abre al exterior para facilitar la entrada del aire. No solo las fachadas, cada habitación se comunica, al menos, por tres de sus lados, multiplicándose el número de puertas de la casa, de forma que todos los espacios se interconectan. Se hace entonces difícil imaginar los recorridos de sus habitantes porque la casa ofrece infinidad de circulaciones posibles. Por otro lado, más allá de identificar las piezas sanitarias que suelen ocupar las áreas periféricas, la casa carece de jerarquía. No se distingue entre espacios principales ni secundarios, sino que se caracteriza por su insondable neutralidad. Pero, sobre todo, lo que hace difícil imaginar cómo se habitan los espacios es su ambigüedad de uso. Mientras en occidente cada habitación cobra el nombre del uso que de ella se hace: dormitorio, comedor, recibidor, cocina... en Japón, el nombre corresponde al número de tatamis que inscribe, y una misma habitación se reprograma con distintos usos a lo largo del día. Del mismo modo, una misma actividad se realiza en distintas estancias. No existe pues una correspondencia directa entre uso y espacio. 

Tampoco existe una palabra japonesa que corresponda a la palabra “habitación”. El concepto de espacio occidental no existe para el japonés. Aunque la palabra ma se parece, el significado japonés es mucho más abierto, más próximo a la idea de lugar. La traducción literal de la palabra ma es “brecha”, “intersticio” pero también “pausa”. Se refiere, a la vez, a un intervalo de tiempo y espacio. Por tanto, el concepto japonés trasciende el espacio para incorporar el tiempo. Este ideograma está conformado por la asociación de dos kanjis, “puerta” y “sol”, y se interpreta como la visión de la luz del sol filtrada a través del intersticio de una puerta [fig.2]. Esta interpretación construye la imagen del negativo, sugiere el valor activo del vacío e implica una acción en un momento dado de tiempo. El ma incluye la creación de un ambiente especial, un modo de percepción sensorial del espacio. Se puede decir que el espacio es reconocido a través de la mediación del tiempo. 


Figura 2


Este libro trata de acercarse a la casa japonesa como soporte de un modo de habitar que trasciende el objeto físico de la construcción arquitectónica. Si la casa es permeable al aire y la mirada, porosa a infinitos recorridos, neutra y sin jerarquía de espacios y cambiante por su ambigüedad de uso, se constata la necesidad de trascender el marco de estudio de la disciplina arquitectónica y recurrir al medio cinematográfico para analizar la atmósfera creada y cómo esta repercute en el modo de habitar. Mientras en otras formas discursivas como la literaria se requiere de la participación imaginativa del lector a la hora de constituir una imagen mental sobre la situación, el escenario y los personajes sugeridos, el cine ofrece al espectador un medio espacio-temporal concreto y un conjunto de situaciones determinadas, protagonizadas por personajes claramente caracterizados. La conjugación del espacio y el tiempo en la puesta en escena, que integra los recorridos de los personajes, la situación de la cámara, la planificación, la música, la escenografía, deposita en la idea artística del cineasta, una mirada que aúna la forma fílmica y el contenido, operando sobre la percepción del espectador. La puesta en escena transforma el marco espacial en un ambiente capaz de transmitir actitudes, emociones y estados de ánimo.

Así, el cine, más allá de ser un contexto activo, un marco desde el que observar la casa japonesa, es un instrumento para entender más y mejor la arquitectura. La obra de Yasujiro Ozu elige como escenario principal el universo doméstico. Mirar la casa japonesa a través del objetivo del realizador nipón nos permite asomarnos a una serie de interiores y analizar el modo de habitar, a través de la construcción de situaciones. Mediante el análisis de escenas se harán visibles los distintos atributos de la casa japonesa. Dada la especial relevancia que la casa adquiere en los escenarios de sus últimos films, en el libro se analizan seis películas que, a excepción de Banshun, pertenecen al ciclo en color y a la etapa de madurez del director cuando su estilo culmina un proceso de depuración consistente en la reducción de recursos cinematográficos hasta los imprescindibles. Cada capítulo disecciona un aspecto del modo de habitar, si bien es el conjunto de los seis capítulos lo que aproxima al lector a la casa de Ozu [...]


Continua en la próxima entrega