Botonera

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30.5.18

VI. "JOHN CASSAVETES. INTERIOR NOCHE", José Francisco Montero (coord.), Shangrila 2018




Escribir hasta desaparecer
José Francisco Montero


John Cassavetes


[...] A los múltiples azares y providencias, titubeos y convicciones, alegrías y decepciones… que acompañaron la trayectoria de John Cassavetes no podemos hoy sino darles –como a los de cualquier otro– la forma de una narración, la esforzada persecución de un sentido. “John Cassavetes es desde hace mucho tiempo un verdadero mito del cine moderno”, escribía Thierry Jousse al inicio del brillante libro que dedicó al cineasta a finales de los años ‘80. Si los mitos nos trasladan a los orígenes, el de Cassavetes se inscribe en el relato del nacimiento de una disidencia dentro del cine americano. No merece la pena detenerse en las imprecisiones e injusticias de esta leyenda –la fuerza de los mitos no reside precisamente en su veracidad–. El mismo Cassavetes reconoció en numerosas ocasiones el carácter pionero, e incluso la influencia ejercida sobre su obra, de cineastas como Lionel Rogosin, Shirley Clarke o Morris Engel. Aún más atrás, el relato de este otro cine americano también podría iniciarse –y de hecho no pocas veces se ha iniciado– con una película muy anterior a las de estos cineastas, Meshes of the Afternoon (Maya Deren, 1943), por no hablar de los numerosos precedentes más lejanos pero no menos contundentes situados en el interior de Hollywood, de los que la figura mayor y una de las más tempranas con toda seguridad sea la de Erich Von Stroheim. Pero es cierto que “el caso Cassavetes” ofrece algunos atractivos únicos que ayudan a explicar su posición privilegiada en estos relatos y la relevancia de su obra en la configuración del cine de las últimas décadas. 

A pesar de todas las dificultades, su trabajo tuvo una continuidad de la que no disfrutó la de la de la mayoría de cineastas coetáneos y asimismo situados en el extrarradio del cine americano –una excepción notoria lo constituiría la obra de Jonas Mekas–, o la del mismo Von Stroheim años atrás. Pero quizás más substancial es que la trayectoria de John Cassavetes, al contrario que la de muchos de sus colegas, facilitó la imagen de una transformación, la historia de una mutación singular pero reveladora. Empezando por lo más anecdótico: aunque Shadows (1957-1959) no está rodada de forma menos marginal que Little Fugitive (Morris Engel, Ruth Orkin y Ray Ashley, 1953), On the Bowery (Lionel Rogosin, 1956), Guns of the Trees (Jonas Mekas, 1961) o The Connection (Shirley Clarke, 1961), la imagen de Cassavetes es en ese momento la de una estrella emergente de la constelación del Hollywood de los ‘50, embarcado con su primer largometraje, sin embargo, en un proyecto creativo muy alejado de aquellos en los que trabaja como actor. Además, en los años sucesivos el director realizará algunas de sus películas dentro de las grandes productoras, no siempre con resultados exclusivamente frustrantes aunque nunca sin alguna fricción; y en sus películas intervendrán algunos intérpretes –como él mismo– reconocibles por “el gran público”. Pero lo más revelante de todo es que su misma obra, sin menoscabo de su audacia formal, casi insólita en el cine americano de esos años, mantendrá no pocas conexiones con la tradición cinematográfica de su país, con sus mitologías y sus géneros.

Todo ello conduce a reforzar la idea de que Cassavetes no propone tanto una imagen alternativa, ajena, cuanto una que fusiona la labor destructiva y la generativa, lo nuevo que aún mantiene lazos con la tradición, imagen que, limada de sus aristas más afiladas, se volverá muy familiar en el cine de su país unos años después de que se estrenen las primeras películas del director americano [...]