Botonera

--------------------------------------------------------------

25.4.18

XI. "MELANCOLÍA" - LA MELANCOLÍA DISIMULADA. EL DOLOR EXISTENCIAL EN ÉRIC ROHMER




Éric Rohmer
El amor después el mediodía (1972) / El rayo verde (1986)



Esa tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente que es el rostro de la melancolía se ha representado tradicionalmente en la pintura incluyendo cuatro rasgos que están siempre presentes en la personificación de la bilis negra: la postura reposada (con frecuencia mejilla en mano, en actitud cabizbaja), el ademán pensativo, el semblante triste y la mirada perdida definen la actitud melancólica desde la mujer alada en Melancolía I, de Alberto Durero, hasta el Melancholy de Edvard Munch o las mujeres frente a ventanas que tantas veces pintó Edward Hopper. Esta personificación de la melancolía no encuentra un correlato fílmico en el arquetipo de los personajes de Éric Rohmer que, por el contrario, se muestran extrovertidos, conversadores y egocéntricos. Reactivos, nerviosos e irascibles, tan inseguros que viven para justificarse continuamente, con los demás y consigo mismos, tan vulnerables que se refugian en el determinismo. Rápidos para emitir juicios sobre el comportamiento ajeno pero incapaces de advertir sus contradicciones, la –falsa– seguridad que proyectan a menudo roza la megalomanía. No, los personajes rohmerianos no responden al imaginario del personaje melancólico clásico. Esa figura abatida, solitaria, apática y reflexiva es casi un antónimo de la impronta que nos dejan los personajes de Rohmer.

Pero más allá de la iconografía clásica del ideal melancólico está el trasfondo del temperamento, lo que subyace a la actitud, al sentimiento, el carácter ontológico de la melancolía. La melancolía es un concepto poliédrico. Lo ha sido durante siglos. Mientras el cristianismo la asociaba a la pereza y la introspección, en el Renacimiento era la enfermedad del genio y el artista, propicia para la inspiración y la creatividad. Si para los románticos era la manifestación de la soledad de un mundo sin Dios, para el cientificismo del S. XIX era una forma de depresión y esquizofrenia. Aun así, en todas las interpretaciones subyace siempre un mismo síntoma (causa o consecuencia), un estado objetivamente inherente al temperamento melancólico y al concepto mismo de la melancolía: el estado de inadecuación en el mundo. No pertenecer, no disfrutar, no encajar. Ni en el mundo que te rodea ni en ti mismo. Estar incómodo dentro de tu propio ser. Los franceses tienen la suerte de contar con la expresión perfecta, être mal dans sa peau, una metáfora cuya definición más simplista es malheur (“tristeza”), pero cuya plasticidad remite a un sentimiento más profundo y doloroso. Estar mal en tu propia piel es ese malestar definitivo, el dolor existencial que se disfraza de melancolía cuando ignoramos su origen preciso [...]


La melancolía disimulada.
El dolor existencial en Éric Rohmer
Irene de Lucas


Seguir leyendo: