Botonera

--------------------------------------------------------------

17.11.16

"MICHAEL MANN. CREADOR A LA VANGUARDIA", VICENTE RODRÍGUEZ ORTEGA (coordinador), Shangrila 2016




El dilema, Michael Mann, 2001



24 de marzo de 1993. Michael Kenneth Mann contaba entonces con seis largometrajes en su haber. Aquel día, miércoles, años antes de que Vincent Hanna y Neil McCauley hicieran que los rostros de Al Pacino y Robert De Niro compartieran encuadre por primera vez en sus carreras, comenzó a tomar forma –sin que ninguno de los implicados lo sospechara– la octava ficción del director de Heat (1995). Hablamos de El dilema (The Insider, 1999).

No consta prueba documental de qué hizo Michael Mann aquella jornada. Sí conocemos, en cambio, cuál fue el acontecer vital del personaje en el que se inspira el protagonista de El dilema. El 24 de marzo de 1993, en un edificio situado en Louisville, Kentucky, Jeffrey Stephen Wigand fue despedido de Brown & Williamson –“Trabajé como Jefe de Investigación y Desarrollo para Brown & Williamson. Una compañía tabaquera. Fui vicepresidente corporativo”–, empresa donde prestaba sus servicios desde enero de 1989. Su despido, un hecho que, en principio, afectaba únicamente a su realidad personal y familiar, fue el inicio de un tormento que, años después, derivó en el cuestionamiento público de la integridad de la cadena CBS, más concretamente de su división CBS News... y aún más concretamente del programa 60 Minutes, en antena desde 1968 y estandarte, incluso último reducto, del rigor en el periodismo catódico de Estados Unidos. La controversia llegó a su cima con Self-Censorship at CBS, editorial de The New York Times que contenía una hiriente acusación: haber disuelto el legado de Edward R. Murrow.

Mann se preocupó por evaluar la trascendencia de los hechos relatados. Desde lo particular hizo de El dilema un artefacto universal: el ser humano en crisis (crisis interna y externa, por supuesto) como epicentro de su historia. Una historia que parte de lo biográfico por primera vez en su filmografía –luego llegarían sus aproximaciones a Muhammad Ali y John Dillinger– para validar así la pertinencia de las reflexiones que había desarrollado en su obra ficcional precedente. En definitiva, la imaginación del artista-autor enfrentándose a acontecimientos reales de vidas reales, escarbando en los hechos que precedieron a todo guion, sabiendo ensamblar el artificio propio de toda película con la traslación a una forma verosímil con la que exponer lo acaecido públicamente. Asimismo, realzó el trasfondo de la historia con elementos de diseño, certificando de este modo que, en ocasiones, un mayor artificio puede conducir a un mayor grado de verdad.

Toda vez que asumió embarcarse en El dilema, procedió a alimentar su fama de controlador obsesivo... desde la misma fase de preproducción. Inició una pormenorizada labor de investigación: en este caso, estudiando los antecedentes y desgranando los hechos contrastables. Nada mejor que abrazar lo factual para impedir toda tentativa de represalia legal desde la omnipotente industria del tabaco. Esa investigación tuvo un crucial punto de partida: el extenso y prominente reportaje que Marie Brenner publicó en la revista Vanity Fair en el número de mayo de 1996 [...]


Fragmento de:
El dilema: hombre corrientes, hombres extraordinarios
Raúl Pedraz