Botonera

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24.11.16

IV. "CUADERNO DEL PAISAJE. MATERIALES PARA UN ENSAYO CINEMATOGRÁFICO SOBRE LA GUERRILLA REPUBLICANA ASTURIANA", RAMÓN LLUÍS BANDE, Shangrila, 2016.




Manuel Alonso González, Manolín el de Llorío



NOTA DE DIARIO

3/03/2003
El rodaje fue una experiencia muy emocionante. De una emoción extraña, muy poco exhibicionista. A pesar de la poca maquinaria desplegada: una cámara, un monitor y un micrófono, el arranque fue un poco violento. El cine, aunque lo intente evitar, siempre es un proceso agresivo. La llegada del equipo a la minúscula casa, la colocación del micrófono, la elección de la colocación de la cámara… Manolo se mostraba indefenso, en cierta manera el rodaje se convertía en una agresión más en una vida marcada por las agresiones. Una vez que empezamos a hablar, la maquinaria perdió protagonismo y el tiempo desapareció: el presente y el pasado compartían espacio en su testimonio. El pasado pesa tanto que se apodera del presente. No hay pasado, no hay presente, hay un flujo de tiempo continuo: un ayer del hoy, un hoy del ayer. Y allí estamos todos, en sus palabras, en sus gestos cómplices y, después, cuando él calla, en su silencio.

"[...] Yo, al monte, me tiré solo por ser voluntario, y pertenecía a la Juventud Comunista y como yo, jóvenes, mataron a muchos, y más jóvenes que yo. Yo tenía dieciocho años cuando la guerra. Cuando me cogieron tenía veintiséis y pico, ¿entiendes? Entonces, claro, tuve penas de muerte. Estuve tres meses con pena de muerte... fusilaron al otro, que cayó, ese se entregó él... y a mí me conmutaron la pena de aquella. Y, en fin, muchas cosas... no... porque claro, cuando estás así, son muchas las cosas que te pasan: romper con la familia y con todo eso, dar golpes económicos para comer... y, después, la vida pésima... Teníamos que hacer chozas ocultas en el bosque, en los bosques, para poder pasar desapercibidos, ¿no me entiendes? [...] Aquí, en Asturies, nos vencieron, chico".




NOTA DE DIARIO

16/09/11
¿Cómo acercarse a la intensidad? ¿Cómo acercarse, intentando hacer un resumen imposible, a la vida de un hombre que cruzó su destino con el de la Historia más negra de su país? ¿Cómo escribir desde la admiración evitando la utilización de palabras desgastadas por el mal uso? Estas son solo algunas de las preguntas que me acercan al borde del vértigo cuando intento escribir este texto que desearía no haber tenido que escribir nunca. Hace unas pocas horas me enteré de la muerte de Manuel Alonso González, Manolín el de Llorío, el último ‘fugáu’ vivo, pero yo prefiero seguir recordándolo con vida. Como lo encontré la primera vez que nos vimos hace años, a la puerta de su pequeña casa de Llorío, desconfiado y amable; o como lo vi la última vez, elegante y emocionado, dejándose querer por los suyos. Creo que siempre voy a recordarlo vivo, sintiendo el relato de su vida con los matices de su voz, con sus pausas controladas, con su dominio del ritmo de la narración [...]
 

No podemos saber cómo contarían la historia de aquella lucha las voces de los otros cientos de guerrilleros asturianos asesinados en el monte.