Botonera

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30.3.16

XII. LÁGRIMAS 1 - PASEO POR EL AMOR, EL DOLOR Y LA MUERTE, Revista Shangrila nº 26, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2016




El llanto de Agar, Gerbrand van den Eeckhout, 1640 


(...) ¿Qué virtudes lacrimógenas tiene la representación desplazada, tanto vista en los otros como diferida y rumiada en nuestro pensamiento tras cualquier desgracia? ¿Por el qué llorar más que inmediato es casi siempre un llorar de memoria?

Parece ser que la inmunidad que disfrutamos en la contemplación del dolor en las representaciones ficticias nos hace participar tan solo del beneficio del llanto y nos lleva a su estricto núcleo placentero, como bien apuntaba San Agustín:

“Me arrebataban también hacia sí los espectáculos del teatro, llenos de imágenes de mis miserias e incentivos del fuego que en mí ardía. Pero ¿en qué consistirá que cuando un hombre ve representar sucesos lamentables y trágicos, quiere allí dolerse de ellos y sentirlos y no obstante, él mismo no quisiera padecerlos? Es muy cierto que él desea padecer aquella pena y sentimiento, pues ese mismo sentimiento y dolor es su deleite. Pues, ¿qué viene a ser esto sino una gran locura? Porque tanto más se mueve a dolor cualquiera con aquellos lamentables casos cuanto menos sano está de semejantes afectos, aunque cuando es él mismo quien los padece, se suele llamar miseria, y cuando son otros y él se compadece de ellos, se llama misericordia.

Pero ¿qué misericordia ha de ser la que se ordena a unas cosas puramente representadas y fingidas? Porque allí no se le excita al que está oyendo y mirando para que socorra o favorezca a alguno, sino solamente a que se duela de aquel fracaso, y cuánto más se mueve a dolor y sentimiento, tanto más favor le hace al actor de aquellas representaciones. Y si aquéllas calamidades y desgracias (verdaderas o fingidas) se representan de modo que no causan sentimiento y dolor al que las mira, se sale de allí fastidiado y quejándose de los actores; pero si se mueve y enternece persevera con más intención, y tiene gusto y alegría de llorar. Pues qué ¿también se aman los dolores?...” (...)

A modo de pórtico. Retórica del llanto
Isabel Escudero en Lágrimas 1