Botonera

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9.10.15

IV. "INGMAR BERGMAN Y LA CENSURA CINEMATOGRÁFICA FRANQUISTA. REESCRITURAS IDEOLÓGICAS (1960-1967), Rosario Garnemark, Hispanoscope libros 8, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2015.




Prisión, Ingmar Bergman, 1949


En 1962 se produjo en España un relevo ministerial que supuso la evolución de un modelo de sociedad autárquica y ultracatólica hacia otro modelo de corte industrial-capitalista, encomendado a un grupo de tecnócratas que debían sanear la economía española y estimular el turismo. La censura oficial rígida e inmovilista impuesta hasta entonces por Gabriel Arias Salgado fue suplantada por la mayor flexibilidad de criterios que aplicó el nuevo Ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, a pesar de que seguía habiendo representantes del clero en la Junta. La nueva imagen pública que España pretendía proyectar hacia el extranjero suponía ocultar “sus aspectos más represivos y anacrónicos”. Por razones estratégicas, España necesitaba convencer al resto del mundo de su capacidad de cambio. Como parte de esta estrategia de modernización, Fraga Iribarne decidió nombrar a José Mª García Escudero como Director de Cinematografía y Teatro, puesto que ya había ocupado entre 1951 y 1952 durante tan solo seis meses, tras los cuales se vio obligado a dimitir por la resistencia que encontró su actitud modernizadora.

García Escudero, militar de origen falangista, muy religioso sin ser moralista fanático, era un gran conocedor del cine como expresión artística y contaba con el respeto del mundo académico de la época, encarnado por el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas/Escuela Oficial de Cine. Su consolidación como intelectual del cine se produjo tras su participación en las I Conversaciones Cinematográficas de Salamanca en mayo de 1955, organizadas por el sindicato universitario falangista SEU, que canalizó ciertos posicionamientos críticos respecto de la producción cultural franquista. Las Conversaciones de Salamanca supusieron un intento de modernización de la industria fílmica y contaron con el apoyo de un nutrido grupo de intelectuales de diversas filiaciones vinculados con el cine. En ellas se reclamó un cine que hiciera uso de un mayor realismo social, muy limitado en la España franquista dada la escasa libertad de expresión existente.

Las Conversaciones de Salamanca también dieron cabida a ciertas voces críticas sobre la censura, en el sentido de que se planteó la necesidad de un código escrito que prestara más coherencia a la censura oficial civil. Hay que tener en cuenta que la Iglesia católica sí había contado con su propio código de censura desde 1950, fecha en que la Comisión Episcopal de Ortodoxia y Moralidad y la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP) aprobaron las
Instrucciones y normas para la censura moral de espectáculos, diseñadas por las autoridades eclesiásticas con el fin de poder clasificar los films en base a criterios unitarios. Las clasificaciones ofrecidas por la Iglesia, aún siendo meramente orientativas y careciendo de carácter vinculante desde un punto de vista legal, aparecían sin embargo reflejadas en la mayoría de las reseñas de prensa franquistas, como hemos podido comprobar a lo largo de nuestra investigación (...)