Botonera

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31.10.14

XVI. "JUAN DE ORDUÑA (CINCUENTA AÑOS DE CINE ESPAÑOL 1924-1974)", RAFAEL NIETO JIMÉNEZ, Hispanoscope libros 5, Santander: Shangrila Textos Aparte, 2014




Juan de Orduña



En los últimos momentos de su vida Juan de Orduña era optimista sobre el futuro del cine español a pesar de su congénita crisis. Sabía que ese futuro ya no le pertenecía y que estaba en manos de unos jóvenes cineastas que admiraba –Carlos Saura, Gonzalo Suárez, Manuel Summers y Basilio Martín Patino–, y quizás también envidiaba porque pensaba que se enfrentarían a menos dificultades que las existentes cuando él comenzaba su carrera:

Hay una única solución: insistir, insistir e insistir. Y esperar. Los jóvenes tienen una cosa muy grande a su favor que, por ejemplo, yo no tengo: una juventud arrolladora, que les permite esperar en esta evolución social y económica que vive la España de hoy. Pueden tener aún fe en que ellos podrán hacer lo que quizá nosotros hubiéramos soñado, gracias a la evolución de la cinematografía nacional. Porque yo mismo lo diré –con gran dolor de mi corazón– que no he hecho el cine que hubiera querido. [MONTAÑA, Claudi, "Juan de Orduña o la épica de posguerra", en Fotogramas, Barcelona, 19 de enero de 1973, nº 1.266]


La última frase, repetida en otras ocasiones, hacía referencia a los condicionantes industriales y los impedimentos censores que hubo de afrontar, pero creo que ha quedado claro en páginas anteriores que sí pudo desarrollar sus temas predilectos en gran parte de su obra. Con su mirada siempre puesta en el pasado, esos temas todavía seguían vigentes para él e inspiraban sus proyectos de futuro: una nueva versión de La Lola se va a los puertos que supondría su reencuentro con Sara Montiel1281, y la adaptación de la ópera Marina de Emilio Arrieta para Televisión Española con la que, según Mary Francis, se hubiera recuperado del golpe de no terminar la serie Teatro Lírico Español.

No sabemos el grado de desarrollo de unos proyectos que, en cualquier caso, manifestaban su intención de seguir en activo a sus 72 años de edad. Sin embargo, un infarto de miocardio el 21 de enero de 1974 evitó que se hicieran realidad. Aunque experimentó una sensible mejoría en los días siguientes, falleció a las 8:45 de la mañana del 3 de febrero de 1974 en el Hospital Central de la Cruz Roja de Madrid. La capilla ardiente se instaló en su casa, en la calle General Martínez Campos, 51, 3º Izquierda, donde había vivido con su familia desde antes de la Guerra Civil, y en solitario desde la muerte de su madre en 1959. Por allí pasaron diversas personalidades del cine español, entre ellas Aurora Bautista, Sara Montiel y Rogelio Díez, Director General de Cinematografía. Al día siguiente se trasladaron sus restos al cementerio de Nuestra Señora de la Almudena, donde reposan hoy en día en un modesto nicho.

Orduña fue despedido con un homenaje en el Festival de Molins de Rey de ese año, pero la generalidad de los comentarios de la época dejaron entrever que su cine era menospreciado y que solo una mirada nostálgica podía salvar del olvido algunos títulos, en línea con las reflexiones de Jaime Picas:

Fue, en verdad, un hombre convencido de sus razones, sin duda desprovisto de ironía; persona al parecer, de buen talante y ser sensible y amable en el trato. Lo que explicaría por qué una auténtica ternura rodeó su siempre lamentable desaparición.
Bien, lo cierto es que el tiempo nos acostumbra a todo. Y de la misma forma que un catalán en Alaska puede llegar a levantar ilusionado la oreja al escuchar un pasodoble cañí o un madrileño extraviado en la Tierra del Fuego acercarse a paso vivo al lugar donde suene inesperada una sardana, el más contrario a Orduña evocará con nostalgia los fastos naftalinosos de Locura de amor o la ramplonería cachonda de El último cuplé. [PICAS, Jaime,
Cine en pedazos, Barcelona: Galba, 1976]





Fragmento de Juan de Orduña.
Cincuenta años de cine español (1924-1974)