Botonera

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16.8.14

EL MURMULLO DE LAS IMÁGENES




Lewis Hine


Escribir un ensayo es una tarea parecida a levantar un edificio sin recurrir a los planos de un arquitecto. Puede considerarse un milagro que la construcción al final se tenga en pie, pero, cuando esto sucede, el resultado puede llegar a ser mucho más interesante que la obra culminada siguiendo las reglas y refugiándose en los cálculos establecidos. Jauss insiste en que no hay un camino forzoso hacia el conocimiento: “Cada uno debe buscar el camino de su propio comprender y, en consecuencia, probar diferentes intentos y rodeos que con certeza nadie le puede ahorrar”, afirma con una razón que pocos le reconocerán en una época en que el único conocimiento que se considera válido es aquel que se puede comprar y vender.

Este es, pues, un libro personal que, sin embargo, nunca me había propuesto escribir. Un ensayo sobre el silencio que surgió por voluntad propia y cuyo impulso me limité a seguir, levantando paso a paso una arquitectura improvisada pero urgente. Qué duda cabe de que se trataba, por lo tanto, de adquirir un conocimiento propio sobre un tema que, hasta el momento, era para mí inusitado. Nunca había pensado que hubiera una relación especialmente significativa entre el concepto de silencio y el cine documental. Pero me dejé llevar por la insistencia de dos de mis estudiantes de doctorado, María Fernanda Luna y Birgit Wolf, que con tenacidad insistieron en que debíamos elaborar un panel susceptible de ser presentado en el encuentro de Visible Evidence que se iba a celebrar en Nueva York en un mes de agosto que estaba demasiado cerca para mis expectativas de trabajo. Puesto que es uno de los certámenes más importantes que sobre el documental se celebran en el mundo y que los resultados de los diferentes encuentros celebrados han sido siempre muy estimulantes, finalmente cedí a la presión que ejercía esa alianza austriaco-colombiana de mis doctorandas. Fue María, que investigaba el tema de los no-lugares en el documental colombiano sobre la guerrilla, la que sugirió el tema del silencio, al que Birgit, que estudiaba la representación audiovisual de la violencia de género, se adhirió con entusiasmo. Pensé entonces que si ambas veían tan claro el nexo entre el silencio y sus respectivos temas, yo debía ser capaz también de encontrar alguno con mis estudios sobre el documental contemporáneo. Me intrigaba, en aquellos momentos, la aparición de un concepto, puede que un género, que parecía ser una paradoja: el cómic documental. Intuí que podía hablar sobre ello y relacionarlo, de alguna forma, con el silencio. Decidimos preparar, pues, rápidamente nuestros respectivas intervenciones, ya que el tiempo se nos echaba encima. Pero, en cuanto me puse a reunir ideas para lo que, en principio, iba a ser una simple comunicación sobre esas nuevas formas, un tanto heterodoxas, del documental, me di cuenta de que el tema daba para mucho más y, poco a poco, el texto se fue ampliando hasta que traspasó ese punto de no retorno que separa un artículo de un libro. Esta fluidez inicial resultó ser sin embargo una trampa, ya que, a partir de cierto momento, las ideas que hasta ese momento se habían deslizado con extrema facilidad, como si todo ese conocimiento hubiera estado depositado en algún cielo platónico esperando a ser revelado, empezaron a ofrecer resistencia y la tarea se convirtió en una especie de lucha con un ángel o demonio, extremadamente reticente a soltar prenda. Pero, para mí, era obvio que lo que dificultaba mi avance no era tanto un agotamiento del tema o de mis ideas sobre el mismo como el descubrimiento de una creciente complicación del territorio que estaba explorando: de pronto, el asunto central se bifurcaba y me obligaba a avanzar hacia zonas inesperadas donde era necesario luchar a brazo partido con conceptos que, como una exuberante y tupida flora amazónica, se resistían a cederme el paso. Pero no había marcha atrás, el libro debía ser terminado, a pesar de las dificultades, pues era evidente que el concepto de silencio era una idea poderosa y que tanto la facilidad inicial como las dificultades postreras formaban parte de su condición compleja. (...)



Fragmento del prólogo de
El murmullo de las imágenes.
Imaginación, documental y silencio